Yo tenía 17 o 18 años, a finales de los años 70, el futuro parecía todo abierto, seguro que sería alegre. Deambulaba por los pasillos de la Feria Internacional de Niza en el Palacio de Exposiciones. Electrodomésticos destacados, aparatos inútiles de todo tipo, todo lo que un interior puede acomodar más o menos feliz. Y arriba, en medio de los balcones, un espacio lleno de gente, lleno de gente, el de Ben. Desconcertada, conocí a Ben y Annie, tan hermosos, extraordinariamente hermosos y alegres. Sus hijos pequeños, Eva y François (alias Cunegunda y Malabar) proponían, a cambio de una pequeña moneda, unos sándwiches que habían preparado. Se reía mucho, alborotaba, filosofaba, hablaba de arte, se enfadaba, no entendía nada. Un shock. De repente me sentí vieja, intimidada y galvanizada.
Y luego los conocí, los frecuenté. Annie, adorable y fina, sabía hacer sentir cómodos a los visitantes, era la encarnación de la gracia. Ben, él me asustaba un poco, tenía el verbo alto, el sentido de las fórmulas a veces asesinas, el gusto de la controversia, su vivacidad de espíritu me asombraba. Y aún la casa delirante y colorida, con fachadas cubiertas de obras subversivas, por todas partes una atmósfera de mercadillo chiflada. Ben conducía un coche de locos cubierto de letras multicolores, los transeúntes sorprendidos la seguían con los ojos. ¡Admita que había suficiente para despeinar a una pueblerina!
«¡ Anniiiie ! », «¡ Anniiiiiiie ! », «¡ Anniiiiiiiiiiiiie ! ». A veces se
resistía a Annie. Pero ella siempre estaba allí, clasificando y
reclasificando (porque Ben tenía la pasión por la clasificación, el
archivo). Annie su musa, su consejera, su pelusa, su cordón azul, su
confidente, en fin, su pilar. ¿Quién más podría haber canalizado este
trublion hiperactivo, sus angustias, sus rabias, su legendaria mala fe?
Ella y yo bromeábamos mucho. Y a veces, cuando terminamos de pelear él y
yo, pequeños momentos suspendidos y milagrosos, abandonaba las posturas
provocativas y me daba algunos consejos sensibles, siempre justos.
Este
5 de junio de 2024 Annie se ha ido. ¿Se ha ido? Oh, no, Ben no la
dejará escapar sin él. «¡ Anniiiiiie, espérame, ya voy !». Sí, la pérdida
inmensa se suaviza, los sabemos juntos, es quizás mejor así.