A principios del siglo XX, Picasso y Braque, seguidos de Schwitters y muchos otros artistas, cautivaron a los amantes del arte con sus papiers collés. Después, expuestos por primera vez en 1949, los papiers découpés de Matisse asombraron por su audacia y energía. Nicolas de Staël se lanzó con entusiasmo a la aventura en 1952, ofreciéndonos una serie de obras magistrales, algunas de las cuales se reprodujeron como litografías.
Tampoco podía faltar Maurice Estève. Tras algunos intentos en los años cincuenta, realizó unos sesenta collages entre 1963 y 1965, y volvió a ellos con regularidad hasta el final de su vida. Tubos de colores, tijeras, pegamento y toda la jubilosa espontaneidad de la infancia.
La extravagancia del color, la exploración de la forma, la interacción de los elementos en una búsqueda de equilibrio y tensión dinámica: estos collages, compuestos de papel previamente pintado y recortado, marcan una profunda renovación en la obra del artista. Una creación de total libertad, muy distinta de sus lienzos y acuarelas.
Para los calendarios de 1996, 1997 y 2000, Maurice Estève realizó tres series de collages, que fueron serigrafiados por Dubois Imagerie para su museo de Bourges.
Éste, extraído de los trece collages del calendario 2000, ilustra el mes de abril